Enero
de 2007. Un periodista de Radio-Noticias llama a Telecomunicaciones,
desea hacer una consulta sobre determinada información a un
funcionario, se llama Carlos Carrascal.
Prepotente
y con desprecio el funcionario le espeta literalmente: «No tengo porqué
darle información, no conozco ninguna revista de radioaficionados ni
tengo porqué conocerla». Quien lo dice no es otro que un funcionario
entre cuyas competencias está lo relativo a la radioafición y CB27 en
España. Para pasmarse.
El periodista le responde que se
acaba de identificar y que si le ha dicho que es de una revista es
porque alguna existe. Carrascal, el funcionario, le vuelve a disparar
por sorpresa: «Yo no tengo porqué pensar por los demás». Fue hace más
de un año y medio, desde entonces jamás ha vuelto a atender a los
periodistas de Radio-Noticias cuando le requieren para aclarar alguna
información.
Su desprecio por nuestra publicación, y por lo tanto por sus lectores y por los radioaficionados en general, es vox populi
en la Dirección General. Como alguien de Telecomunicaciones comentó en
alguna ocasión a redactores de RN, «no sé que le pasa a Carrascal con
vosotros, pero algo hay». Y es que no puede disimularlo.
Mediados
de 2007. Nueva llamada. En esta ocasión, y tras esquivarnos
sucesivamente, una voz femenina nos dice que según Carlos Carrascal es
mejor que le preguntemos a otro funcionario, aun tratándose de una
cuestión que dependía directamente de él. Lo hacemos, y otra persona de
la Dirección General nos atiende muy amablemente con todo tipo de
explicaciones, aunque reconoce que «en realidad ese tema no es
competencia mía sino del señor Carrascal». Simplemente Carrascal se ha
vuelto a «librar» de nosotros.
Más llamadas. «El señor
Carrascal, por favor». «¿Quién llama». «De la revista Radio-Noticias».
«Pues no está». Una y otra vez la misma respuesta, todas las excusas
son válidas, viajes, reuniones (cuánto se reúne por cierto), ausencias
de su despacho e incluso «desplazamientos» a tomar un café muy pocas
horas después de haber entrado a trabajar. Imposible, si llama
Radio-Noticias la respuesta es «no está». Como mucho obtenemos un
pequeño caramelo. Por segunda vez nos remiten a «otra persona». El
periodista le hace la consulta a esa «otra persona». Al otro lado del
teléfono escucha: «No tengo ni idea, tendrá que preguntar a alguien de
más arriba». El redactor le replica que ese alguien de más arriba no le
quiere atender. «¡Ah!, pues no sé...», es todo lo que obtiene a cambio.
Sus «conferencias»
Tras
todo este tiempo, quien tiene en sus manos la normativa, los exámenes,
los eventuales cambios de este sector y, desde el punto de vista
administrativo, en gran medida la radioafición y la banda ciudadana en
este país, no quiere que esta revista informe a la opinión pública. Ni
respeta a los periodistas de RN ni respeta a los radioaficionados,
sector que también contribuye a su salario mensual, por cierto, y al
que profesionalmente se debe.
Este hombre, al que le
gusta subrayar su título de ingeniero, está entregado a dar
«conferencias» allí donde se lo solicitan (parece uno de sus
pasatiempos preferidos), por lo que es normal que le quede poco tiempo
para otros menesteres, y menos para atender a la prensa, y aún menos si
es para cosa de radioaficionados, claro. Todo eso a pesar de las lindas
palabras pronunciadas en una ocasión ante sus «colegas» ingenieros:
«Una de las preocupaciones que tenemos en la Dirección General es
'vender' el trabajo que hacemos», explicó orgulloso en su didáctica
intervención. Curiosa afirmación de alguien que se niega a dar a
conocer las noticias (hechos de interés general para el colectivo de
radioaficionados) que se generan desde su departamento en la Direción
General, a través de la única revista comercial existente en España
referente a su área profesional. Eso se llama hipocresía.