Así
reza el lema de Carlos Carrascal, un altanero funcionario para quien
todo lo que suene a radioaficionado, prensa incluida, queda muy lejos
de su estatus profesional, mucho más acorde con otros sectores sociales
que, imagina, son de superior nivel.
En
cierta ocasión un importante funcionario de Telecomunicaciones confesó
a Radio-Noticias: «Los radioaficionados no nos interesan, precisan
medios y recursos para su gestión y no producen nada para la
Administración, son todo gastos y molestias». Estamos ahora ante un
heredero de ese pensamiento.
El objetivo real de Carlos
Carrascal es reducir al mínimo el número de radioaficionados en España.
¿Cómo conseguirlo? Ayudando al descenso natural en esta actividad con
medidas como:
La reducción del número de exámenes anuales.
Menos oportunidades, menos operadores. En caso de protesta siempre se
puede argumentar que como se presentan pocos, dos convocatorias al año
se estiman suficientes. Se oculta la valoración lógica del ciudadano:
si se tiene que esperar tanto tiempo para hacer un examen el interesado
se desanima o se vuelca en otra actividad. Objetivo conseguido, un
radioaficionado que no llega a nacer.
Indicativos especiales.
Los fines de semana, tiempo de ocio para la mayoría, se dan cita muchos
aficionados en las distintas bandas. Unos buscan contactos nuevos y
otros los ofrecen a fuerza de hacerse kilómetros y pequeños - grandes -
esfuerzos por activar indicativos especiales. Un pasatiempo inocuo e
inofensivo boicoteado de una sencilla manera. Se terminaron los
indicativos obtenidos de forma fácil, para tener uno especial hace
falta el respaldo de un organismo oficial, como si éstos no tuviesen
otra cosa que hacer que atender a radioaficionados para semejante
minucia, y si no que se lo pregunten al propio Carrascal. Qué haría él
y cómo trataría, por ejemplo si fuese alcalde, a un radioaficionado que
le fuese a pedir directamente apoyo para conseguir un indicativo para
las fiestas de su pueblo. La respuesta es sencilla: si no hace caso a
nadie ahora, siendo su obligación, menos lo haría sin tenerla.
Cuando
en un organismo oficial se pide ayuda para obtener un indicativo
especial no acaban de entender la razón. La respuesta general es que es
algo ridículo. Solamente se trata de un indicativo para pasar un rato,
unas pocas horas; sólo eso. Se sigue alimentando la burocracia y el
magnificar las cosas para que el aficionado se retraiga.
Burocracia.
Y ya que hablamos de burocracia, qué decir de la necesidad de pedir
permiso para emitir con un indicativo especial cada vez que éste se
activa. Es decir, si un club quiere usar una llamada determinada cuatro
veces al año no puede pedir permiso para esas cuatro veces, deberá
hacerlo independientemente para cada una de ellas. Más obstáculos no se
pueden poner, y pensar menos también es difícil.
Repetidores.
Carrascal es de los que dicen que está dispuesto a que los
radioaficionados usen «nuevas tecnologías». Aparte de contentar con
ello a los más ingenuos, lo que consigue es retirarlos del espectro (su
querido y cuidado espectro, del que se confiesa acérrimo protector). Un
radioaficionado entretenido con EchoLink y sistemas similares es un
radioaficionado menos en el aire. Idéntico en cuanto a repetidores
digitales: ocupan frecuencias poco molestas, con pequeños alcances y al
final se acaba usando un sistema de comunicaciones por Internet. Todos
contentos.
A esto hay que añadir los problemas que existen en determinados lugares de España para instalar repetidores convencionales.
Instalación de antenas.
La vaguedad con la que se recoge este asunto en la reciente normativa
es propia de alguien que se expresa muy mal, como ya hemos comentado
otras veces de Carrascal, y que además quiere poner en el aire una
pequeña «amenaza» (ilegítima desde un punto de vista legal): no se
concreta qué se debe hacer y cuándo. Las instalaciones de aficionado no
son todas iguales; hay verdaderos monstruos de antenas, hay «hilillos»
y hay muchas cosas intermedias. Eso hay que regularlo todo, no se puede
dejar a discreción de un funcionario qué hacer en cada momento, a un
funcionario no se le da nunca esa potestad; las relaciones sociales se
rigen por leyes no por la discrecionalidad de un funcionario. Eso es
otorgarle un poder muy superior al que le corresponde y seguro será
origen de problemas.
Por otra parte, ¿dónde hay
instaladores autorizados para estaciones de aficionado y cuántos hay?
Carrascal es de los que se cree que Madrid es España; no, en
Villaconejos de Abajo un radioaficionado no va a encontrar un
instalador autorizado.
Toda normativa que sale del
funcionario Carrascal está pensada a medias, mal redactada, es
incongruente e, incluso, muchas veces borda el ridículo.
Nos
es imposible aportar a los lectores un contraste de opiniones con
Carlos Carrascal sobre lo comentado. A lo largo de año y medio hemos
intentado innumerables veces que el «ingeniero» nos diese su punto de
vista sobre todo ello, pero sistemáticamente se ha negado a contactar
con esta revista.