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nederlands 2024-12-27 You are here: Home News ¿Monopolio?, ¿qué monopolio?

¿Monopolio?, ¿qué monopolio?

"Unidos en la diversidad", la divisa de la UE, más que el reflejo de una realidad continental, es el eslogan de una campaña, de una as­pi­ra­ción colectiva, de un deseo compartido.

Sin embargo, muchos de nuestros compatriotas, incluso com­pa­ñe­ros de radioafición, aún siguen sus­pi­ran­do por una exclusiva, cada vez más difícil de defender, y de mantener, que les permita retener el control y el poder que antaño tuvieron, marginando al resto.

Incluso los que pretenden construir un país nuevo, no parece que anden muy sobrados de imaginación, pues, más allá de repro­du­cir viejos vicios, no aportan propuesta innovadora alguna.

Los argumentos esgrimidos para captar adeptos a esa causa, van desde el manido "la unión hace la fuerza" de unos, hasta la teoría del "interlocutor único" de otros, pasando por la puñalada trapera, el palo en la rueda, la burda des­ca­li­fi­ca­ción y la crítica atroz de lo di­fe­ren­te, es decir, todo lo contrario de la sana com­pe­ten­cia.

Y en este "quítate tú pa' ponerme yo", colaboración y pacto son pa­la­bras que parecen no tener cabida en su diccionario, a no ser que subyazcan conceptos como subor­dinación y/o aca­ta­mien­to.

Quizás sólo seamos un mero reflejo de nuestra propia sociedad, como lo es la actual frag­men­ta­ción de la política española, y necesitemos, con urgencia, incrementar nuestra cultura del pacto. Toda una escuela por descubrir, para muchos.

Mientras, con tanto atropello y actitud que en absoluto favorece los valores y el devenir de la radio­afi­ción, sorprende que aún haya quien se pregunte porque esta no remonta el vuelo.

Y así las cosas por aquí, a nivel internacional se va difuminando lenta y sutilmente el papel del antiguo "monopolio", aunque sigue manteniendo una significativa influencia...


Nos referimos concretamente a la IARU y a como su nombre va desapareciendo paulatinamente de las distintas re­fe­ren­cias dentro de la CEPT, dando paso a una cita más etérea: "organizaciones inter­na­cio­na­les que representan a los titulares de licencias del servicio de radioaficionados".

Todo esto por el simple hecho de aparecer en escena la EURAO, a quien hay que reconocerle, junto a sus promotores, la audacia, visión de futuro y gran dosis de tesón invertidos en superar aquella aparente exclusividad.

Pero no nos engañemos, la IARU, con un presupuesto más de cien veces superior a EURAO, tiene una capacidad de incidir, en muchas decisiones que nos afectan, nada despreciable, aunque sea por el hecho de poder pagarse los desplazamientos y asistencia a las múltiples reuniones que se realizan por el mundo.

A nivel nacional, la presión que ha venido ejerciendo la FEDI-EA también ha tenido consecuencias. Por citar un ejemplo significativo, recordemos que en el trámite del Reglamento de Radioaficionados del 2006 la Administración sólo facilitó previamente el borrador a URE, mientras que para llegar al RR del 2013, antes pasó por un procedimiento de Consulta Pública en dos fases.

En honor de aquellos que tienen fe en sí mismos, de los que les arropan, que creen que "querer es poder", a su colosal esfuerzo, el de todos, hoy os dejamos esta ilustrativa parábola de Jorge Bucay: El elefante encadenado.


El elefante encadenado

Cuando yo era pequeño me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de ellos eran los animales. Me llamaba especialmente la atención el elefante que, como más tarde supe, era también el animal preferido de otros niños. Durante la función, la enorme bestía hacía gala de un tamaño, un peso y una fuerza descomunales... Pero después de la actuación y hasta poco antes de volver al escenario, el elefante siempre permanecía atado a una pequeña estaca clavada en el suelo con una cadena que aprisionaba sus patas.

Sin embargo, la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en el suelo. Y aunque la madera era gruesa y poderosa, me parecía obvio que un animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su fuerza, podría liberarse con facilidad de la estaca y huir.

El misterio sigue pareciéndome evidente. ¿Qué lo sujeta entonces? ¿Por qué no huye?

Cuando era niño, yo todavía confiaba en la sabiduría de los mayores. Pregunté entonces por el misterio del elefante... Alguno de ellos me explicó que el elefante no huía porque estaba amaestrado.

Hice entonces la pregunta obvia: "Si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan?". No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente. Con el tiempo, me olvidé del misterio del elefante y la estaca... Hace algunos años, descubrí que, por suerte para mí, alguien había sido lo suficientemente sabio como para encontrar la respuesta: "El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy, muy pequeño".

Cerré los ojos e imaginé al indefenso elefante recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de que, en aquel momento el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de soltarse. Y, a pesar de sus esfuerzos, no lo consiguió, porque aquella estaca era demasiado dura para él. Imaginé que se dormía agotado y al día siguiente lo volvía a intentar, y al otro día y al otro... Hasta que, un día, un día terrible para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino.

Ese elefante enorme y poderoso que vemos en el circo no escapa, porque, pobre, cree que no puede.

Tiene grabado el recuerdo de la impotencia que sintió poco después de nacer. Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese recuerdo. Jamás, jamás intentó volver a poner a prueba su fuerza.

Todos somos un poco como el elefante del circo: vamos por el mundo atados a cientos de estacas que nos restan libertad.

Vivimos pensando que "no podemos" hacer montones de cosas, simplemente porque una vez, hace tiempo, lo intentamos y no lo conseguimos. Hicimos entonces lo mismo que el elefante, y grabamos en nuestra memoria este mensaje: No puedo, no puedo y nunca podré.

Hemos crecido llevando este mensaje que nos impusimos a nosotros mismos y por eso nunca más volvimos a intentar liberarnos de la estaca.

Cuando, a veces, sentimos los grilletes y hacemos sonar las cadenas, miramos de reojo la estaca y pensamos: "No puedo y nunca podré".

Ésto es lo que te pasa, vives condicionado por el recuerdo de una persona que ya no existe en tí, que no pudo.

Tu única manera de saber si puedes es intentarlo de nuevo poniendo en ello todo tu corazón... ¡¡¡Todo tu corazón!!!

JORGE BUCAY.


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I Reunión de Asociaciones EA3 2008.


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